Vamos que llegó la noche, me pego una ducha,
me saco la mugre de los días, de semanas, los costrones.
Elijo remera que no tenga agujeros
y me tiro siete tiros de aerosol del bueno.
Llevo un ramo de flores que robe de un nicho,
y una caja de bombones viejos para después de la cena.
Un cassette grabado con bellas canciones
para hacer dos poses por si pasa de unos besos y unos roces.
Llego al lugar y cruzo la puerta, y ese soy yo.
Todos miran como tiro pasos nena, hay un rey de las citas a ciegas
Y ese rey soy yo.
Viejo sucio club de barrio, cuatro viejos juegan
a los naipes, toman algo y crean
una niebla espesa de tabaco, mientras
busco a mi cita entre las canchas y las mesas.
Ella dijo que era rubia, que era una belleza,
alta, sospechosa, vestiría blusa negra.
Miro hacia la barra, solo está Don Jaime,
sirviendo una grapa mientras suenan Los Leales.
Pasa la hora y no está, y comienzo a transpirar,
pido un trago mas para la espera y rezo que esto no sea un secuestro,
que la cita se haga realidad.
Todos fuimos de algún modo victimas ilusas
de un amor, de un atracón, del rock and roll,
de una sonrisa Mona Lisa,
de algún cuento urbano, del botón de un baño,
de un gol mal cobrado, de un penal teatralizado.
Ella era otra mentira, una voz prestada,
un invento de algún conocido para crearme expectativas.
Yo lo ví reírse, luego derretirse,
empuñe mi faca y lo mire rabioso, lleno de ira,
con mi moño rojo, se comió los mocos.
Cuando la sangre broto todo el bar enmudeció,
todos miran como tiro manos perra, hay un rey de las citas a ciegas
Y ese rey soy yo.
Llego al lugar y cruzo la puerta, y ese soy yo
Todos miran como tiro pasos nena, hay un rey de las citas a ciegas
Y ese rey… y ese rey… y ese rey soy yo.